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Lily García

Cuando cambian los planes…

Llevaba mucho tiempo saboreando el hecho de que en julio estaría participando de un retiro budista de una semana.  Sabía que iba a ser un reto, ya que el retiro era uno de silencio, por lo cual conllevaría mucho esfuerzo de mi parte y de parte del resto de los compañeros para mantenernos callados por tanto días.  Me hacía mucha falta ese espacio este espacio de reflexión y práctica espiritual ya que los pasados meses han sido unos de mucha tensión por situaciones médicas de mi mamá.  

Como tenía un poco de catarro, la noche antes de partir hacia Aibonito para el retiro, me hice la prueba de COVID y salí negativa.  Pero ya al llegar y participar en las meditaciones y prácticas budistas del primer día, el catarro comenzó a agravarse un poco y me subió algo de fiebre.  Como me había llevado conmigo pruebas de COVID, pensando en que alguien del grupo necesitara una, decidí hacerme otra antes de bajar a la cena.  Positiva.  Cuando vi ese resultado lloré a lágrima, moco, y baba.

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Llamé a una de las compañeras, a quien le había dado COVID hacía un mes, así que estaba protegida, y le pedí que subiera a mi cuarto.  Le expliqué, entre sollozos, lo que había ocurrido, y le dije que me iría al otro día para no bajar a esa hora de Aibonito a San Juan.  Ella ofreció subirme la cena a la habitación.  Mientras tanto, yo, con el corazón partido, comencé a devolver a la maleta lo que había sacado.  Me perdería el retiro que tanto había anticipado.  Pero así es la vida, me dije a mi misma, un proceso constante de cambio al cual siempre nos tenemos que adaptar. 

Pero para mi sorpresa, cuando mi amiga Vero subió trayéndome la comida, me dijo que había hablado con la monja budista que estaba dirigiendo el retiro y con el director del centro, y ambos estaban de acuerdo en que si yo no me sentía demasiado mal, debía quedarme.  Después de todo, íbamos a estar en silencio, y podría mantenerme con mascarilla sentada en la parte de atrás, y participar del retiro. 

Mi respuesta fue que si el grupo completo accedía (éramos como veinte), entonces me quedaría.  Y el grupo accedió.  Ahí me dio el segundo ataque de llanto, en esta ocasión conmovida por la generosidad de los compañeros y compañeras que permitieron que me quedara.  Varios de ellos llegaron a mi cuarto esa noche a traerme aceites, y frutas, entre otras cosas. Uno, médico retirado, llegó a asegurarse que me estuviera hidratando bien y a ponerse a mi disposición si necesitaba algo. Generalmente soy yo la cuido de otros, pero en esta ocasión me tocó a mí.  Sentí tanto amor y tanta generosidad de parte del grupo que todavía hoy, cada vez que pienso en lo que ocurrió, se me salen las lágrimas.   

Mi primera lección en este proceso fue reconocer que no tengo todas las respuestas.  Yo ya había tomado la decisión de regresar a casa, y hasta había empezado a empacar.  Ni me había pasado por la mente la posibilidad de poder quedarme, protegiéndome y protegiendo a los demás, y disfrutar de mi retiro. Aprendí que necesito recordar que puedo confiar en otros y que esos otros pueden, en muchas ocasiones, tener las respuestas.  

Como los síntomas eran leves, pude asistir a todas las sesiones del retiro y también descansar.  Pienso ahora que fue una bendición haber salido positiva de COVID en medio de un retiro de sanación.  Después de todo, me cocinaban, me cuidaban, y tenía el espacio físico y mental para recuperarme. 

Se me hizo más fácil el silencio porque buscaba mi comida en el comedor y me iba con ella a mi cuarto así que era menos tentación que si hubiese estado en el área de comedor.  La prueba me había salido positiva un martes, y ya para el domingo, el último día de retiro, había negativizado.  Puedo atribuirlo a que lo que me dio fue una versión “light” de COVID, o al hecho de que todo el proceso lo pasé en medio de un retiro de sanación generando y recibiendo energías poderosas.  Cada cual que piense lo que quiera.  Yo siempre voy a apostar a todo ese amor que recibí.  

La próxima vez que llegue una bofetada cósmica a cambiarte los planes, pregúntate qué tienes que aprender el proceso.  Nada ocurre por casualidad.  Observa quien eres cuando los planes cambian, y busca aprender a fluir y conectarte con ese plan mayor que sabe lo que realmente necesitas en ese momento.  Bendiciones y salud hoy y siempre…  

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Lily García

Lily García es locutora, conferenciante motivacional, “coach” de vida certificada, tanatóloga y actriz, con una vasta experiencia como comunicadora en la radio, televisión y prensa escrita en Puerto Rico. Ha publicado ocho libros sobre temas de auto-ayuda, un audio libro y dos CDs de meditaciones y visualizaciones dirigidas.

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