El que Jasmine Camacho-Quinn le diera a Puerto Rico su segunda medalla de oro olímpica es algo que nos va a llenar el pecho de orgullo durante mucho tiempo. Pero hubo otra historia “olímpica” que a mí me hinchó el corazón, y no necesariamente de orgullo patrio, sino de esperanza en la capacidad de generosidad del ser humano.
El pasado 1ro de agosto, y luego de una competencia que duró más de dos horas, los atletas Mutaz Essa Barshim, de Qatar, y Gianmarco Tamberi, de Italia, terminaron empatados en la competencia de salto de altura. El oficial olímpico les presentó dos opciones: o seguir intentando desempatar después de tres intentos fallidos, o compartir la medalla de oro. En ese momento ninguno de los atletas sabía que el compartir la medalla era una opción.
Y de repente, no tuvieron ni que hablarse para tomar la decisión: «Lo miro, él me mira y lo sabemos” dijo Barshim. “Simplemente nos miramos y sabemos, eso es todo. Es uno de mis mejores amigos, no solo en la pista, sino fuera de la pista. Trabajamos juntos. Este es un sueño hecho realidad. Es el verdadero espíritu, el espíritu deportista, y estamos aquí transmitiendo este mensaje», añadió. Y así se compartía una medalla de oro en las Olimpiadas de Tokio 2021.
Y se fundieron en ese abrazo que ha conmovido al mundo: uno cargado de llanto por la alegría, el espíritu de solidaridad, y la fortaleza de la empatía. Se habla mucho de los atletas y sus egos, de como pierden en muchos casos la perspectiva ante la obsesión por ser los mejores…por ganar. Pero la culpa en realidad no es del ego. Si el ego no estuviese allí, si esos muchachos no hubiesen creído que en realidad podían hacerlo, no hubiesen llegado a unas olimpiadas. El problema es cuando el ego es más fuerte que la empatía, que esa capacidad de identificarte con el otro y entender lo que siente y padece.
Y en ese sentido, Barshim y Tamberi nos dieron una lección a todos. Puede que en tu vida no esté en juego el compartir o no una medalla de oro olímpica, pero todos los días se puede presentar la oportunidad de compartir algo. El ego siempre te va a tratar de detener porque para el ego aquello que “das” a otros lo pierdes. Pero el espíritu sabe que es todo lo contrario, que lo que compartes con los demás se te multiplica. Es ley de vida. Y está comprobado que el dividir el “bizcocho” entre varios, aún cuando te toque una pieza más pequeña, siempre va a ser mayor fuente de satisfacción que el comértelo tú solo.
Somos seres verdaderamente “olímpicos” cuando compartimos de nuestros talentos y conocimientos pensando siempre en cuanto podemos ayudar a otros a crecer, de la misma forma que un día otros nos ayudaron a nosotros. Y continuamos ganando cuando aprendemos a no llevarnos el crédito por lo que le corresponde a un equipo completo porque la realidad es que nadie logra nada solo.
Este año Quatar e Italia hicieron historia en las Olimpiadas 2021, pero no tanto por sus extraordinarias hazañas deportivas, sino por el ejemplo de humildad, empatía y generosidad que dieron sus atletas al mundo. Ese fue el gran salto. En ese rompieron récord.