El término “comparón” o “comparona” es uno muy común en la República Dominicana para referirse a personas arrogantes, que se creen mejor que los demás. Hoy, voy a tomar prestada esa palabra para darle otro significado. Comparones somos todos los que de alguna forma u otra nos comparamos con otros.
Todos los seres humanos tenemos la tendencia a compararnos con los demás, pero no me cabe duda de que las mujeres lo hacemos con más frecuencia y, sin darnos cuenta, laceramos nuestra autoestima de muchas formas en el proceso. Y si es algo que hemos hecho siempre, ahora con influencia de las redes sociales, se ha convertido casi en una tendencia obsesiva.
Un estudio realizado por un centro de tratamiento de adicciones y salud mental en la Florida encontró que un ochenta y ocho por ciento de las mujeres se comparan con imágenes de otras mujeres que ven en las redes sociales, mientras que, entre los varones, el nivel de comparación es de un sesenta y cinco por ciento. Me impresionó también el dato en cuanto a qué determina cómo nos sentimos con respecto a nuestros cuerpos. Según el estudio, en el caso de las mujeres lo que más las influencia es lo que ven en las redes sociales. A los varones, sin embargo, lo más que les afecta es la opinión de su pareja. ¿Interesante, no creen?
Lee también: Se buscan espíritus libres
Quiero aclarar que puede haber ocasiones en las cuales compararnos con otras mujeres puede ser algo positivo. Esa comparación puede resultar en una motivación para convertirnos en mejores versiones de nosotras mismas, tanto a nivel personal como profesional. Y puede también abonar a nuestro sentido de gratitud, de reconocer lo que tenemos en comparación a otras personas.
Pero si no la vigilamos, esa tendencia a compararnos puede llevarnos a ver a toda mujer como “competencia”, privándonos de la oportunidad de colaborar personal y profesionalmente y de crear amistades que pueden durar toda la vida. Y peor aún, esa comparación puede ser el primer paso hacia la envidia, una emoción tóxica que nos impide celebrar los logros de otras mujeres porque entendemos que con su éxito nos robaron el nuestro. Nada más lejos de la verdad. Lo que es nuestro por derecho de conciencia nadie nos lo puede quitar.
No me canso de decir en mis charlas de motivación a las mujeres, que una de mis definiciones del “infierno” es trabajar con gente que sabe menos que yo. Siempre quiero estar rodeada de personas, hombres y/o mujeres, de quienes pueda aprender, y quienes me puedan retar para ayudarme a crecer. Además, lo cierto es que cuando comenzamos a compararnos con otras, siempre tenemos las de perder. Siempre va a haber alguna mujer que sea mejor que yo en algo: que sea más bella, más joven, más elocuente, mejor escritora, mejor actriz, mejor periodista, etc. ¿Y saben qué? No tengo ningún problema con eso. ¿Saben con quién me comparo? Conmigo misma. Trato de que lo próximo que haga sea mejor que lo último que hice. De esa forma soy no sólo más justa conmigo, sino también con las demás.
Ahora, ¿cómo podemos transformar este comportamiento tóxico y comenzar a apreciarnos más fuera del contexto de otras mujeres? Los expertos recomiendan que comiences por reconocer que lo estás haciendo. Y una vez lo hayas reconocido, observa qué emociones se disparan cuando te sientes menos ante otra mujer, por la razón que sea. Inmediatamente enfócate en las cualidades que sí tienes, en tus valores, en los logros que has alcanzado. Si tienes que escribirlos, hazlo, para que no se te olviden.
Te puede interesar: No entiendo tu amor…
Otra cosa que funciona es enfocarte en el momento y saborearte quien eres ahora… hoy. Eso evita que tu mente comience a volar pensando que serías más feliz si tuvieses esto o aquello que tiene fulana. Y, por favor, aléjate de las redes sociales de vez en cuando, utilízalas inteligentemente, y no permitas que definan tu percepción de ti misma.
Acabamos de conmemorar la semana y el día internacional de la mujer trabajadora. Mi mayor deseo para ustedes es que se amen como son; se acepten; se mimen; y se celebren. Nos lo merecemos.