Nunca permití que se me llamara “sobreviviente de cáncer”. ¿Por qué darle al cáncer esa distinción de definir mi vida si también pudiera decirse que soy sobreviviente del tránsito, de sistemas administrativos fallidos y de mis propios errores? Observo en muchas personas la costumbre de utilizar sus condiciones de salud como tarjeta de identidad: “soy diabético”, “soy depresiva”, “soy hipertenso”, y así sucesivamente. El problema es que nadie quiere perder su identidad y si uno deja que sus condiciones de salud definan quién es, vivirá su vida apegada a ellas.
En el Camino de Santiago me encontré con tantas y tantas personas que no permitieron que situaciones físicas o de salud impidieran que su sueño se cumpliera y que alcanzaran su meta. Algunas con sobrepeso, otras con limitada función pulmonar, otros con COVID sin saberlo, rodillas lastimadas, ampollas en los pies, operaciones recientes, reemplazos de caderas, ansiedad, depresión… nada se interpuso entre ellas y el propósito que les había llevado a Santiago de Compostela.
El pensamiento limitante produce emociones negativas y estas inciden sobre nuestro cuerpo. Debemos reconocer que la mente, como todo centro de mando, responde a quien controla dicho centro de mando, y ese es nuestro Ser. Una de las grandes bendiciones que encontramos en El Camino es ese contacto con nuestra verdadera esencia, con el Ser, ese que desconoce límites y que nos conduce a logros inimaginables porque operamos fuera de barreras autoimpuestas.
Cuando Janet, una de las peregrinas que sirvió de inspiración a tantos, sufrió una caída que la llevó a una sala de urgencias en su segundo día de peregrinaje, muchos pensaron que ahí terminaba su Camino. Ella no lo permitió. Toda llena de moretones en el rostro, aceptó refunfuñando la recomendación médica de tomarse un día de descanso para asegurarnos de que no había sufrido algún daño neurológico. Cumplida la recomendación, al otro día estaba con el entusiasmo y sentido del humor que la caracterizaban. Su entrada a la Plaza Obradoiro, destino final del Camino, fue llena de emociones, propias y de todos los que la vimos como un ejemplo de cómo las situaciones particulares que nos ocurren no nos definen.
Mi invitación es a que vivamos una vida sin limitaciones impuestas por nuestras creencias limitantes. Que caminemos al encuentro con nuestro Ser para que esa vida, cada día, la vivamos al máximo.
#ActitudBeHealth