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Caminando con Silverio

Las Botas de Orialis

Gran parte de esa magia que tiene el peregrinaje del Camino de Santiago se debe a esas innumerables cosas que allí le suceden a los peregrinos que podrían clasificarse de milagrosas por algunos, o causalidades por otros. La historia que Yéssica cuenta en este escrito está dentro de esas clasificaciones que antes describo, y que ella siguió muy de cerca. Disfrútenla.
Silverio Pérez
Por: Yéssica Delgado

Sin lugar a duda por los pasados 10 años en los que hemos llevado peregrinos al Camino de Santiago, Silverio y yo hemos sido testigos de historias conmovedoras. Hemos presenciado historias llenas de fe, milagrosas y otras llenas de “causalidades y misticismos” pues no tendrían una explicación lógica.

Este año hubo una historia que tocó nuestros corazones de manera muy especial con una mujer maravillosa llamada Sandra. A Sandra recuerdo verla en las caminatas que hacíamos con nuestros peregrinos, en preparación para el Camino, con un “Brace” en su rodilla y siempre que me le acercaba me decía: “La rodilla está bien, no te preocupes, voy a mi paso.”  Sandra sentía la necesidad de establecer que nadie se preocupara, y que no esperara por ella, que ella llegaría, a su paso, y no sintiéndose que era carga para nadie”.

Lejos estaba yo de saber que llegaba a Santiago con una “carga que ya para ella era liviana, y que su camino sería uno de cerrar ciclos, a su paso, con su rodilla lastimada, pero un propósito firme e inequívoco.”

En la mañana del segundo día de su camino que iría de Lugo a Redondela; Silverio y yo entrevistábamos a otra de sus compañeras peregrinas, que felizmente mostraba su Camiseta de Susan G. Komen y su número de corredora y nos decía que ese día era el “Race for the Cure” en Puerto Rico y que ella desde España caminaría no sólo por ella y su lucha contra el cáncer (pues está en remisión) sino también por las que no estaban pero que igualmente habían sido unas guerreras pues habían GANADO esa batalla.

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Cuando terminamos esa entrevista escuchamos en la distancia a Sandra decirnos, de la nada… yo conozco bien ese lado pues fui cuidadora… y procedió a contarnos parte de su historia. Nos dejó sin aliento, pues ya veníamos conmovidos por lo que habíamos grabado. Fue curioso, porque no se nos ocurrió grabar su historia, quizás porque estábamos siendo parte de un proceso de sanación que ya venía dándose y quisimos respetar el espacio y la confianza que el momento nos brindó. Recuerdo que la abrazamos sin decir mucho, pues ya comenzaba el grupo a salir del hotel para comenzar su segundo día.

A Sandra volví a encontrarla en su cuarto día en un tramo entre Pontevedra a Caldas de Reis. Ya comenzábamos a sentir las primeras ráfagas de viento y bandas de lluvia de la tormenta Kirk (yo me enteré en el mismo tramo por el guía de grupo, llamado Urko). Recuerdo que cuando llegué para hacer los últimos 12 kms, ella estaba con Liza y Fredes (amiga y sobrina respectivamente) en uno de los bares, mientras se tomaban algo caliente y se resguardaban de la lluvia, pero salieron de allí, mientras yo compartía en otro bar con el resto del grupo.

Habría pasado una hora de caminar cuando divisé su capa, iba sola, como casi la mayor parte de su trayecto pues su amiga y sobrina respetaban su camino y su paso… y su empeño de seguir caminando aún con mucho dolor. Entre la lluvia y el viento, le pregunté cómo estaba su rodilla. Me dijo: me acabo de poner un “Ungüento”, me duele, pero voy poco a poco. Me dijo además que tendría cita en enero para ver si ya su médico determinaba operación pues aún no le tocaba. La miré y le dije: pero te quedan el día de hoy, mañana y llegar a Santiago pasado mañana, si ves que te duele demasiado dale descanso y no la fuerces. Me contestó: “Sí tranquila, estoy clara en eso”. Pero vi en su mirada una determinación de que no se daría por vencida. Me alejé, y unos kilómetros más adelante me encontré con Liza y Fredes y les dije: “Viene por ahí, con dolor, pero no se quita. Es una brava.”

Decidimos esperarla en un bar donde todos los peregrinos pararon pues ya la lluvia no cesaba y era necesario el descanso. Allí yo tomé un café, ella un vino, compartimos todo tipo de tortas con una familia encantadora de Lares que era parte de nuestro grupo, y allí la dejé para continuar mi ruta y ella la suya.

El día de la llegada a Santiago ya todos esperábamos por Sandra a escasos metros de la Catedral (pues venía más lesionada, y otros que también habían sufrido percances). Era el punto de encuentro para que todos los peregrinos de nuestro grupo pudieran llegar juntos.

La vimos aproximarse y todos los peregrinos comenzaron a aplaudir pues sabían cuánta tenacidad y fuerza mental necesitó para poder completar los más de 125 km con un menisco ya maltratado y con mucho dolor… pero como ella misma decía… “cada vez que pensaba en quitarme, el dolor cesaba”.

Mientras esperábamos sentados en un bar por los que faltaban, una joven peregrina que pasó, al verla (a Sandra), decidió regresar y sentarse con ella para que entraran juntas a la Catedral. Fue en este punto que me enteré de las Botas de Orialis. Resulta que Sandra y Camila (la jovencita Colombiana) habían coincidido en un río en donde ambas metieron sus pies para buscar calmar el dolor de los kilómetros caminados. Cuando Sandra le vio los pies, notó que estaban destrozados por el calzado que había usado, tenía ampollas, y ya sus zapatos le hacían daño. Sandra, abrió su mochila y sacó unas botas que habían caminado junto a ella durante todo el trayecto y que pertenecían a una persona que había sido muy importante y significativa en su vida… su esposa Orialis. 

Camila en el Camino de Silverio
Camila usando las botas de Orialis en el Camino de Silverio

Cuál sería la sorpresa y emoción al percatarse de que las botas le quedaban perfectas a Camila y pudiera completar su última jornada para llegar a Santiago. Por eso cuando Camila la divisó en aquel bar decidió que entraría con Sandra a Santiago pues sin esas botas, ella no hubiese llegado. Ambas lo habrían logrado juntas, y juntas debían llegar y dar gracias frente a la Catedral.

La llegada fue emocionante por demás y Sandra iba decidida a dejar las botas en Santiago. Ví que las colocó frente a una puerta inmensa color verde de un edificio lateral de la Catedral. Ya serían casi las 6:30 de la tarde cuando tomamos la foto de grupo, celebramos su llegada, el grupo se fue hacia el bus que los llevaría al hotel y a punto de salir de la Plaza de Obradoiro, recibí la llamada de la líder del grupo 4, Raitza, que acababan de llegar desde Puerto Rico al aeropuerto de Santiago y 15 maletas de nuestros peregrinos no llegaron (se habían quedado en Madrid) y los peregrinos comenzarían su peregrinaje al día siguiente. Acto seguido me dijo: Y adivina qué? Laura (una peregrina que ya había hecho el Camino en el 2014 con nosotros) vino en chancletas… sus tenis están en la maleta, no tiene calzado, ni abrigo.

No lo pensé ni un minuto… volví a la puerta a buscar las botas que había dejado Sandra allí y le dije, dile a Laurita que ya tiene calzado (espero que le sirvan) y Silverio le presta su jacket pues el mío no le servirá. 

Laura con sus botas y el chubasquero de Silverio (2) (2)
Laura con sus botas y el chubasquero de Silverio

Al día siguiente, Laura, que venía de Estados Unidos, a las 7 de la mañana se estaba probando las botas que le permitirían hacer su primera jornada de Baiona a Vigo. Me preguntó de quién eran y le dije que le contaría el origen de las mismas cuando terminara su Camino. Al filo de las 10:00 a.m. de la mañana le escribí a Sandra un texto con una foto que decía: “Solo para que sepas que tus botas aunque estuvieron ayer en Santiago hoy comienzan nuevamente el Camino desde Baiona.” Y le envié la foto de Laura feliz con sus nuevas botas y su jacket lista para su jornada. Sandra estaba sorprendida y agradecida.

Cuando le llegó la maleta a los peregrinos al día siguiente, Laura me escribió: “Gracias por las botas y el jacket pues pude hacer mi primer trayecto sin problemas. Las dejo en el hotel para que se las devuelvas a su dueña.” Lejos estaba ella de saber que días más tarde estarían nuevamente en la misma puerta en Santiago, pues era el deseo de Sandra que estuvieran allí.

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A los 3 días, fue que pude devolver las botas a donde originalmente fueron dejadas y eso “coincidía” con la llegada del grupo 3, cuyo líder Oscar no solo conocía a Sandra sino que habían trabajado juntos en la misma empresa. Antes de dejar las botas… le puse un papel dentro, a petición de Sandra… y le escribí lo siguiente: 

“A quien encuentre estas botas…

El propósito es que quien las necesite las pueda usar. Ellas pertenecieron a una persona muy especial y nos gustaría que quien las encuentre nos deje saber quién es y de qué país?

Estas botas vienen directamente de Puerto Rico así que quien las encuentre, utilicelas.

Buen Camino! (También le incluí el correo de Sandra para que le escribieran)

En la tarde, cuando llegamos a la Plaza de Obradoiro con el grupo 3, ya las botas no estaban. Me dio como una especie de nostalgia. Una mezcla de tristeza e incertidumbre que el viernes pasado se disipó con un mensaje de Sandra.

“Hola Yéssica. Espero que estés bien al igual que Silverio. Hoy recibí el tan esperado mensaje… Las botas de Orialis las tiene una Peregrina de España. Se llama Eva.” 

Eva le había escrito lo siguiente:

“Buenos días, en España. Quería agradecerle las botas de peregrino, han llegado a mis manos, y leí su nota, y era justo lo que necesitaba en este momento. Muchas gracias y un saludo a Puerto Rico”, Eva Sánchez.

Ese mismo día en Puerto Rico, Sandra y Laura se juntaron. (No lo podía creer cuando lo supe). Yo le había contado la historia de las botas a Laura cuando llegó a Santiago… y recuerdo que le dije a Laura, esas botas que vinieron desde Puerto Rico, que caminaron en la mochila de Sandra, han logrado cerrar un ciclo para Sandra… y Laura me dice: “No lo puedo creer, yo estoy cerrando un ciclo también en mi vida, y las botas me sirvieron para eso.”

De abrir y cerrar ciclos se compone la vida, cada día me convenzo más que el Camino no tiene nada especial ni mágico… Lo especial y mágico son los seres humanos que transitan por él, con sus anhelos, sus alegrías, complejidades, con sus tristezas, dolores, y el proceso de sanación que se da continuamente cuando lo permitimos y abrimos nuestros corazones.

Cada día me convenzo más y soy testigo de los pequeños y no tan pequeños milagros que se dan en el marco de desconectarnos del mundo para conectarnos con nosotros mismos y nuestra esencia. Cada día me convenzo más que nos apasiona lo que hacemos, dentro y fuera del Camino De Santiago.

Las botas cuando llegan a Santiago por primera vez
Las botas cuando llegan a Santiago por primera vez

Desde donde quiera que estés Orialis… otras personas se han puesto en tus zapatos … y ¡sigues haciendo la diferencia!

¡Ultreia y buen Camino!

 

Redacción BeHealth

Grupo multimedios especializado en promover la preservación de la salud física, mental y emocional.

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