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Guerras parentales: el precio emocional de usar a los hijos como armas

Guerras parentales: El impacto devastador de la confrontación extrema en la salud mental infantil

La instrumentalización de los niños en conflictos parentales es una forma de maltrato emocional que deja cicatrices profundas y duraderas. Situar a los hijos como piezas en una batalla entre los progenitores puede despojar a los niños de sus referencias emocionales, forzándolos a elegir bandos y sometiéndolos a daños psicológicos irreparables. Este fenómeno, común en separaciones, divorcios e incluso dentro de familias convivientes, se presenta como una forma sutil pero destructiva de maltrato infantil.

En su artículo, la Lic. Sonia Almada explora los efectos de la instrumentalización infantil en la salud mental de los niños y niñas. Durante más de una década de investigación clínica, Almada ha documentado cómo estos niños se ven atrapados en un ciclo de manipulación emocional, donde se les exige tomar partido por uno de los padres, a menudo en un intento de desacreditar o destruir la imagen del otro progenitor. Esta situación, denominada en algunos casos como «cisma marital,» se caracteriza por la competencia entre los padres por la lealtad de sus hijos, lo que genera una profunda confusión y angustia en los pequeños.

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Secuelas psicológicas

La instrumentalización en conflictos parentales deja a los niños en una situación de orfandad simbólica. Se les obliga a adoptar un papel que no les corresponde, reprimiendo sus propios deseos y pensamientos para complacer a uno de los padres. Este tipo de maltrato emocional genera ansiedad, sentimientos de insuficiencia y dificultades en la elaboración de la identidad. Al no ser reconocidos como individuos con necesidades propias, estos niños suelen desarrollar problemas en sus relaciones interpersonales y una tendencia a la dependencia emocional en la adultez, perpetuando patrones de sometimiento.

El rol de los profesionales

Almada subraya la importancia de capacitar a profesionales de la salud, la educación y el derecho para identificar y abordar la instrumentalización infantil. Esta forma de maltrato es difícil de reconocer porque ha sido normalizada en muchas dinámicas familiares, lo que agrava las secuelas emocionales y relacionales de los niños involucrados. En muchos casos, los niños no perciben esta manipulación como maltrato, sino como una parte «normal» de su crianza, lo que aumenta el riesgo de que estas heridas psicológicas persistan a lo largo de su vida.

La creación de políticas y programas de prevención, junto con la capacitación de profesionales para identificar estas formas sutiles de maltrato, es crucial no solo para proteger a los niños, sino también para reducir las consecuencias sociales y económicas a largo plazo. La protección y recuperación de estos niños debe ser una prioridad para garantizar su bienestar y romper el ciclo de violencia emocional en el que se encuentran atrapados.

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Redacción BeHealth

Grupo multimedios especializado en promover la preservación de la salud física, mental y emocional.

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