Rodolfo Román es un hombre que ha enfrentado desafíos inimaginables y ha salido fortalecido gracias a un acto de generosidad que le dio una segunda oportunidad para vivir. Su historia, llena de fe, resiliencia y gratitud, es un testimonio del impacto transformador de la donación de órganos.
El inicio de una batalla
Rodolfo recuerda claramente cómo comenzó su lucha: “La válvula aórtica comenzó a cerrarse gradualmente, limitando el flujo de sangre hasta el punto en que se volvió necesario reemplazarla”. Su primera cirugía fue en 2014, en Chicago. Sin embargo, tras mudarse a Puerto Rico en 2017, enfrentó una nueva complicación.
En 2020, la válvula que le habían colocado volvió a fallar, esta vez de manera más severa, dejando pocas opciones médicas. “Los médicos determinaron que ya no era posible colocar otra válvula debido a las cirugías previas, y la mejor opción era un trasplante de corazón”. Así, comenzó un período de espera, lleno de incertidumbre y esperanza.
La llamada que cambió todo
Después de unos meses en lista de espera, Rodolfo recibió la noticia que marcaría el inicio de una nueva etapa en su vida. “Esa noche, alrededor de las 11:40 p.m., recibí la primera llamada informándome que había un donante con un 95% de compatibilidad”. A la mañana siguiente, estaba en el hospital, listo para el trasplante que le salvaría la vida.
“Esa noche no pude dormir; estaba lleno de nervios, esperanza y mucha fe. Solo oraba para que todo saliera bien y que Dios hiciera su voluntad”. Finalmente, el 6 de febrero de 2022, recibió un nuevo corazón.
La montaña rusa emocional del trasplante
El proceso posterior al trasplante fue un viaje emocional y físico. “Despertar después de la cirugía fue un cúmulo de emociones indescriptibles. Cuando la anestesia pasó y me di cuenta de que tenía un nuevo corazón, sentí una mezcla de alivio, gratitud y una segunda oportunidad para vivir”.
A medida que se recuperaba, Rodolfo empezó a redescubrir la vida. “Fui a la playa, contemplé las olas, oré y medité, agradeciendo a Dios y a la persona que me dio su corazón. También desarrollé un gusto especial por visitar las montañas”. La conexión con la naturaleza se convirtió en una nueva pasión, un refugio donde podía reflexionar y agradecer.
Una conexión inesperada
Con el tiempo, Rodolfo comenzó a notar similitudes con la vida de su donante, un hombre al que nunca conoció personalmente. “Por lo que sé, él disfrutaba de la naturaleza, las montañas y bailar, cosas que también comencé a amar después del trasplante”. Incluso desarrolló una conexión especial con la madre de su donante, aunque aún no la ha conocido.
“Hay momentos en los que percibo que ella está sufriendo, como si sintiera su tristeza en mi corazón. Es algo difícil de explicar, pero profundamente real para mí. Me invade una melancolía que a veces termina en lágrimas”. Rodolfo espera con ansias el día en que pueda conocerla, un encuentro que será facilitado por la organización LifeLink.
El papel de la familia
El apoyo familiar fue fundamental para que Rodolfo superara este proceso. “Para mi familia, este proceso también fue muy difícil. Nunca imaginaron que yo pasaría por algo tan serio, pero desde el primer momento, todos me apoyaron incondicionalmente”.
Su esposa, su hija Jennifer y el resto de sus hijos estuvieron a su lado, brindando apoyo emocional y económico. “Mi esposa fue mi mayor pilar: estuvo a mi lado día tras día, las 24 horas, asegurándose de que tuviera todo lo necesario. Gracias al esfuerzo y la unidad de mi familia, y por supuesto, con la ayuda de Dios, logré superar este capítulo de mi vida”.
Lecciones de vida
Esta experiencia transformó la perspectiva de Rodolfo sobre la vida. “Aprendí que la vida es un regalo precioso que debemos disfrutar y valorar cada día. Cada momento cuenta, y nunca sabemos cuándo será el final”. Para él, la clave está en vivir con amor, armonía y gratitud.
“La vida es un regalo de Dios, y debemos apreciarla con alegría, evitando preocuparnos por cosas insignificantes. He aprendido a confiar más en Dios, a mantener una actitud positiva y a sonreír ante las adversidades”.
Un mensaje para el mundo
Como voluntario, Rodolfo ahora dedica su tiempo a promover la importancia de la donación de órganos y tejidos. “Mi consejo para quienes aún no se han registrado como donantes de órganos es simple: háganlo. Ser donante es regalar vida. Es dar esperanza a personas que, como yo, se encuentran entre la vida y la muerte, esperando un milagro.”
Su testimonio es un recordatorio del impacto transformador que un acto de generosidad puede tener. “Estoy profundamente agradecido con la madre de mi donante, cuyo amor al prójimo hizo posible que yo siga aquí”.
Hoy, Rodolfo celebra la vida con un corazón lleno de gratitud. “Cada día que vivo con este nuevo corazón es un recordatorio de lo valiosa que es la vida. Agradezco a Dios, a mi familia y al donante por darme esta segunda oportunidad”.