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Caminando con Silverio

Cumplir años

Esta sí es una experiencia que nos toca a todos: cumplir años, aunque mucha gente prefiera ignorarlo. Cuando se dice “cumplir” hay implícita una promesa que, aunque digamos “celebración de mi cumpleaños”, el “cumplir” sigue presente. Pues entonces cabe preguntarse ¿cuál es la promesa implícita y qué es lo que debemos cumplir? A mi entender la promesa es que, cada año, como una porción de la vida, lo vivamos a plenitud. Entonces sí podemos celebrar eso que hemos cumplido cada vez que el Sol vuelve a colocarse en el mismo lugar que estaba cuando nacimos.

Quienes me conocen podrían preguntarse cómo voy a celebrar cuando en los pasados seis meses Yéssica, mi esposa, y yo, hemos tenido problemas de salud y, como si eso fuera poco, la pérdida de su padre y de mi madre. Ahí está la clave de ver la vida en su plenitud y así mismo vivirla. Comencemos por la ganancia que tenemos al enfermarnos: el cuerpo nos está hablando. Si atendemos esa bandera de alerta del cuerpo, terminaremos cuidándonos más, haciendo más ejercicios, ingiriendo alimentos más saludables y eventualmente más saludables.

¿Es la pérdida de dos seres queridos, como lo son el padre y la madre, razón para no celebrar? Todo lo contrario. Si de veras creemos los que creemos, que hay una mejor vida luego de la muerte, por qué no celebrar esa transición. Ah, porque somos muy egoístas y realmente estamos tristes por nosotros, por ese inevitable sentido de orfandad que nos invade no importa la edad. Pero una vez superado, nos damos cuenta que tenemos mucho que celebrar gracias a la vida que ellos nos dieron.

¿Y qué pasa con quienes opinan que al morir tan tan, se acabó todo? Bueno pues entonces habría que reconocer que la muerte es parte de la vida y aceptarlo como una realidad ineludible viviendo entonces al máximo, cada día, pues no se sabe cuándo sonará el tan tan.

No le busquemos las cinco patas al gato. La promesa que debemos cumplir con cada vuelta al Sol, para entonces celebrar nuestro nacimiento, es el que aportemos nuestro granito de arena para que este mundo sea un poquitito mejor gracias a que, por cierto número de años, vivimos en él. Nunca es tarde para comenzar. Alejémonos del drama con el que alguna gente se acerca a su celebración de cumpleaños y miremos las bendiciones, que siempre serán inmensamente mayor que aquellas cosas en las que insistimos en calificar de negativas.

Para terminar, les regalo estas décimas que compuse el 21 de junio del 2008, o sea, un día después del cumpleaños 94 de mi padre y dos días antes de que faltaran 14 años para la partida de mi madre, con motivo de la misa de responso de la madre de Lilliam Arroyo, quien había perdido también a su esposo, Tony Croatto, tres años atrás.

El ciclo de la vida

La vida teje misterios
difíciles de escrutar.
Nos hace reflexionar
sobre asuntos muy, muy serios.
¿Cuáles son esos criterios
y cuál es esa medida?
La intensidad requerida
de una feliz existencia,
y no hay respuesta en la ciencia
para el ciclo de la vida.

¿Dónde está el bien, dónde el mal
que a cada rato juzgamos?
Y en esa ecuación cargamos
nuestro propio tribunal.
Vemos que nada es casual,
cada escena es concebida.
Por eso es que agradecida
debe ser nuestra actitud,
ya que vivir es virtud
de ese ciclo de la vida.

La muerte es confrontación
con esas firmes creencias,
empolvadas de apariencias,
débiles en convicción.
Pues si es la liberación
de un alma que ha sido ungida,
y a la materia vencida
deja para consolarnos…
debemos regocijarnos
de ese ciclo de la vida.

Seres queridos se van
y seres queridos nacen
para que la vida abracen
pues las penas pasarán.
Y en un coro cantarán
ante la luz trascendida.
De un lado a otro, fluida
se mueve nuestra existencia.
Miremos con reverencia
ese ciclo de la vida.

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