Bullying infantil y sus implicaciones en la salud mental
La Dra. Carmen Márquez, psicóloga clínica, abordó junto a BeHealth la creciente problemática del bullying infantil y su impacto en la salud mental de los niños. Su enfoque no solo resalta la importancia de la conciencia pública sobre la salud emocional, sino que también destaca la necesidad de comprender la gravedad de las interacciones negativas que afectan a los más jóvenes.
«Estamos enfrentando situaciones que van más allá de simples desacuerdos, como los gritos y las intervenciones negativas, tanto entre adultos como entre niños,» advierte la Dra. Márquez, subrayando la necesidad de reconocer y abordar lo que constituye realmente un maltrato. Este llamado a la acción es crucial, ya que a menudo tendemos a normalizar ciertos comportamientos perjudiciales con justificaciones como «así eres» o «es solo tu carácter».
La psicóloga clínica observa con preocupación una sociedad que muestra escasa empatía hacia las manifestaciones de los niños. En este contexto, destaca la importancia de estar alerta a los malos tratos, ya que «a veces tendemos a normalizar o acostumbrarnos a ellos». Su llamado a la acción es claro: no podemos permitirnos justificar actitudes dañinas con la indiferencia o la resignación.
El análisis de la Dra. Márquez va más allá del bullying tradicional. «Vivimos en una realidad donde la problemática va más allá del bullying tradicional; estamos inmersos en una serie de situaciones y factores que contribuyen a la normalización de los malos tratos». Romper el silencio que rodea estas situaciones se convierte en un imperativo para construir una sociedad más justa y respetuosa.
La postergación en la intervención es un tema recurrente en sus reflexiones. «Seguimos postergando la intervención y, eventualmente, nos encontramos con una explosión en la autoestima y en el desarrollo emocional del niño». Esta falta de atención temprana contribuye a la creación de adultos que han internalizado patrones disfuncionales, reflejando raíces generacionales en la problemática.
El análisis de la Dra. Márquez se adentra en el impacto generacional, señalando que «los adultos han sido expuestos a patrones de maltrato y han normalizado ciertos comportamientos», lo que lleva a intervenciones inapropiadas con los niños. El resultado es claro: niños retraídos, tímidos y con timidez social, todo como consecuencia de malos tratos en el hogar.
Su llamado a la intervención temprana es enfático, observando que estas conductas problemáticas se manifiestan desde el preescolar. «Antes, solíamos asociar este tipo de comportamiento más con niños de primaria o secundaria, pero ahora vemos que está presente incluso en preescolares». La detección y abordaje desde una edad temprana se convierten en aspectos cruciales para prevenir la escalada de problemas.
La Dra. Márquez subraya la importancia de identificar tanto a las víctimas como a los victimarios. «No solo se trata de niños víctimas, sino también de identificar las señales del victimario». La minimización por parte de los adultos ante las quejas de los niños es una alerta crítica, ya que «es esencial validar los sentimientos de los niños en lugar de restar importancia a sus experiencias».
La detección de señales sutiles es un componente esencial de su enfoque preventivo. «Es crucial estar atentos a señales más sutiles, como cambios en el comportamiento del niño, la disminución del rendimiento académico, la pérdida de interés en la escuela o quejas físicas como dolores». La comunicación abierta entre padres, maestros y cuidadores se erige como la piedra angular para abordar estas situaciones.
El impacto emocional en los niños va más allá de lo evidente. «Pueden alejarse socialmente, mostrar tristeza, miedo o frustración,» señala la Dra. Márquez, destacando la necesidad de que los adultos sean capaces de reconocer estos signos. La falta de un vocabulario emocional se identifica como una barrera, y enseñar a los niños a expresar sus emociones se convierte en una clave fundamental.
«La conexión emocional entre el adulto y el niño es esencial,» proclama la Dra. Márquez. Al dar nombre a las emociones que observamos en la cara del niño, como la tristeza o el coraje, «estamos abriendo un espacio para la expresión y la comprensión mutua». Esta conexión emocional establece las bases para que el niño se sienta comprendido y pueda confiar en el adulto.
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La educación emocional emerge como una herramienta central en su propuesta preventiva. «La empatía se enseña dando ejemplos concretos y practicando el reconocimiento de emociones en sí mismos y en los demás». Esta educación, según la Dra. Márquez, se convierte en una herramienta preventiva y constructiva, fundamental para construir relaciones saludables y prevenir comportamientos perjudiciales.
En un enfoque más práctico, la Dra. Márquez destaca la importancia de nombrar y reconocer las acciones, señalando que «la importancia de nombrar y reconocer estas acciones se relaciona con la posibilidad de lo contrario». Su trabajo se orienta hacia la prevención desde la infancia, promoviendo la educación emocional y las competencias sociales para resolver conflictos sin recurrir a la violencia.
La construcción de la autoestima se posiciona como un pilar fundamental en su análisis. «Cuando un niño recibe un golpe y se le dice ‘no llores’, aprende a reprimir sus emociones». La represión emocional, según la Dra. Márquez, impide que el niño comprenda y nombre sus emociones, lo que es esencial para desarrollar empatía. Validar y reconocer estas emociones se convierte así en un elemento crucial para prevenir conductas de bullying.
En su esfuerzo preventivo, la Dra. Márquez trabaja activamente con niños, utilizando láminas y ejercicios para que tomen conciencia de posibles maltratos en el hogar. «A veces minimizamos los malos tratos, diciendo que alguien es simplemente gruñón», comenta, subrayando su enfoque en la prevención desde la infancia, promoviendo la educación emocional y las competencias sociales para resolver conflictos sin recurrir a la violencia.
En su visión integral, la autoestima emerge como una pieza clave. «Desarrollarla desde pequeños impide que se conviertan en agresores o permitan la agresión». La promoción de competencias sociales y emocionales, como el autoconocimiento y la conciencia emocional, se erige como una estrategia esencial. Según la Dra. Márquez, «esto es crucial para fomentar un entorno donde la violencia no sea la solución común en la resolución de conflictos».
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