Alimentación para la gastritis y el reflujo gástrico
La gastritis es un proceso inflamatorio del estómago, en particular de su membrana mucosa, que puede ocurrir tanto en forma aguda como crónica. El revestimiento interior del estómago (membrana mucosa) tiene la importante función de proteger el órgano de la acción corrosiva de los jugos gástricos, por lo que se convierte en un problema cuando se daña.
La gastritis aguda se caracteriza por lesiones a menudo de tipo erosivo o hemorrágico causadas, en la mayoría de los casos, por el abuso del alcohol y/o los AINEs (medicamentos antiinflamatorios no esteroideos, por ejemplo, la aspirina) y también por el estrés.
La gastritis crónica se caracteriza, en cambio, por la presencia de eritemas, erosiones y la ausencia de «arrugas» en la membrana gástrica. La causa más frecuente es el Helicobacter pylori, una bacteria muy extendida en la población que puede ser diagnosticada incluso con pruebas no invasivas como las pruebas de aliento (Prueba de aliento de urea – UBT) y la detección de antígenos fecales. La gastritis crónica puede ser no atrófica o atrófica, es decir, puede o no presentar una reducción de la masa tisular, puede afectar a la caverna, al fondo del cuerpo o a ambos y puede estar asociada a la úlcera péptica.
Síntomas y el diagnóstico de la gastritis
La gastritis crónica es frecuente en adultos sanos, especialmente después de los cuarenta y cinco años. Algunas personas que sufren este trastorno son asintomáticas (no muestran signos de la enfermedad), mientras que otras pueden mostrar varios síntomas, como por ejemplo:
- dolor y/o acidez estomacal
- dispepsia
- náuseas
- vomitando
- aerofagia
- desagradable sensación de plenitud
- reducción del apetito
- halitosis y amargura en la boca
- reflujo gastroesofágico
Los dolores estomacales que se manifiestan en un estómago vacío con una molestia localizada en la parte central de la mitad superior del abdomen a menudo pueden remitir si se introduce comida, pero también pueden manifestarse durante la comida (saciedad temprana) o surgir después, creando así una molesta sensación de plenitud e hinchazón abdominal.
Una forma más insidiosa de gastritis es aquella en la que se produce una atrofia de la mucosa gástrica: en este caso puede que no se presenten síntomas específicos y esta característica puede retrasar el diagnóstico del trastorno, con un alto riesgo de deficiencia de vitamina B12.
Alimentación para la gastritis: directrices generales
Las siguientes recomendaciones dietéticas tienen por objeto disminuir la secreción de ácido en el estómago, ya que no hay dietas particulares y/o restricciones dietéticas en caso de gastritis. Sin embargo, una dieta cualitativa y cuantitativamente correcta puede ayudar a aliviar los dolorosos síntomas de este trastorno.
- Aprende sobre tu cuerpo y reconoce qué alimentos hacen que los síntomas empeoren, en particular el aumento de la acidez una o dos horas después de una comida.
- Prioriza los alimentos bajos en grasa para promover el vaciado gástrico;
- Prefiere preparaciones sencillas, como cocer al vapor, asar a la parrilla y hornear.
- Puede ser útil, especialmente en las fases agudas de la enfermedad, dividir la dieta en comidas pequeñas y frecuentes (desayuno, merienda, almuerzo, merienda y cena). El hábito de comer pequeñas y frecuentes comidas ayuda a amortiguar la acidez estomacal, que aumenta durante los períodos de ayuno prolongado.
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Gastritis: ¿Qué alimentos debo evitar?
- El alcohol (incluyendo el vino y la cerveza), ya que existe una relación directa entre su consumo y la gastritis ligada a su capacidad de dañar la mucosa gástrica.
- Salsas con crema, salsas cocinadas con mucho aceite, margarinas, manteca, manteca de cerdo y otros alimentos grasos.
- Dulces rellenos de crema.
- Bebidas carbonatadas, líquidos calientes o demasiado calientes.
- Caldo de carne, extractos de caldo, extractos de carne y sopas preparadas con estos ingredientes.
- Alimentos fritos, ya que aumentan el contenido de acroleína que empeora la inflamación de la mucosa gástrica.
- Salchichas como mortadela, salami, salchicha, tocino, coppa, chicharrón, cotechino, zampone, etc.
- Atún enlatado, anchoas, pescado en escabeche o ahumado y comidas preparadas. Algunos de estos alimentos, incluidos los conservados en sal, aumentan en gran medida la posibilidad de contraer la Helicobacter Pylori.
- Carnes muy cocinadas como guisos, gulasch.
- Grasa visible de la carne y los fiambres.
- Frutas secas.
- Quesos picantes y fermentados. En cuanto a la leche y el yogur semidesnatado, como tienen una función de amortiguación sólo temporal seguida de una potente y prolongada estimulación de las secreciones gástricas, deben consumirse con moderación.
- Bebidas y alimentos que contienen sustancias nerviosas (por ejemplo, la cafeína) como el café, el té de todo tipo, los refrescos de cola, el guaraná, el cacao, el mate y otras bebidas a base de metilxantina porque, si se toman en grandes cantidades, estimulan la secreción de ácidos.
- El chocolate, los cítricos y el jugo de cítricos, el tomate (especialmente crudo) y el jugo de tomate, la cebolla, los pimientos, el ajo, el chile, la pimienta y la menta deben limitarse, ya que aumentan los síntomas del reflujo gastroesofágico y podrían empeorar la gastritis.
Gastritis: ¿Qué puedo comer?
- Pasta, arroz, avena y cereales en general, preferiblemente integrales. Alternativamente, puedes comer papas.
- Pan bien cocido, sin o con un poco de miga, ligeramente tostado, o galletas, bizcochos, palitos de pan, etc.
- Frutas y verduras maduras en temporada, variando los colores para promover el consumo adecuado de vitaminas, minerales, fibra y antioxidantes. Entre las verduras, se prefiere el hinojo, las zanahorias, el calabacín y el repollo porque pueden aliviar los dolores de estómago.
- Aceite de oliva virgen extra crudo, añadido con moderación y dosificado con una cucharilla.
- Carne magra (por ejemplo, pollo, pavo, conejo) y sin grasa visible.
- Carnes en lonchas como jamón crudo, jamón cocido, tocino, pavo en lonchas y pollo, siempre y cuando estén sin grasa visible (a consumir como máximo dos veces por semana).
- Pescado fresco, para asegurar una correcta ingesta de ácidos grasos esenciales (Omega 3 y 6).
- Quesos como la primera sal, los copos de leche, la mozzarella de vaca o parcialmente disminuidos durante el procesamiento.
- Tés de hierbas e infusiones no azucaradas hechas con hinojo, manzanilla, malva y regaliz.