Fallece el Papa Francisco a los 88 años en el Vaticano
Este lunes, a las 7:35 de la mañana, falleció el Papa Francisco a los 88 años de edad en su residencia de la Casa Santa Marta, en el Vaticano. Su deceso ocurrió apenas un día después de su última aparición pública durante la tradicional bendición Urbi et Orbi, en la que se le vio visiblemente debilitado y fatigado.
El cuadro clínico del Papa se había agravado desde su hospitalización el pasado 14 de febrero, cuando fue ingresado con una neumonía bilateral que desencadenó crisis respiratorias, insuficiencia renal y una infección polimicrobiana.
El Pontífice fue dado de alta el pasado 23 de marzo, tras una hospitalización de 37 días, pero su estado de salud siguió deteriorándose.
El anuncio oficial fue realizado por el cardenal Kevin Joseph Farrell, camarlengo del Vaticano, quien asume temporalmente la autoridad de la Santa Sede durante el periodo de sede vacante:
«Queridos hermanos y hermanas, con profundo dolor debo anunciar el fallecimiento de nuestro Santo Padre Francisco. A las 7:35 de esta mañana, el Obispo de Roma, Francisco, regresó a la casa del Padre.
Toda su vida estuvo dedicada al servicio del Señor y de Su Iglesia. Nos enseñó a vivir los valores del Evangelio con fidelidad, valentía y amor universal, especialmente en favor de los más pobres y marginados.
Con inmensa gratitud por su ejemplo de verdadero discípulo del Señor Jesús, encomendamos el alma del Papa Francisco al infinito amor misericordioso del Dios Uno y Trino».
¿Qué es la neumonía bilateral?
La neumonía bilateral es una infección respiratoria grave que afecta ambos pulmones, lo que dificulta considerablemente la respiración.
Esta condición puede ser causada por una variedad de patógenos, incluidos virus, bacterias y hongos, y a menudo se presenta en personas con sistemas inmunológicos comprometidos o enfermedades preexistentes.
En su forma bilateral, la neumonía puede generar inflamación y acumulación de líquido en los pulmones, lo que reduce la capacidad del cuerpo para obtener el oxígeno necesario.
A medida que la enfermedad progresa, se pueden experimentar síntomas severos como fiebre alta, dificultad respiratoria, tos persistente, y una sensación general de fatiga. Los médicos deben administrar tratamientos como antibióticos y cortisona para combatir la infección y reducir la inflamación en los pulmones.