El otro día me llamó una amiga. Es del tipo de persona que comienza a hablar y no se calla. Puedo poner el celular en modo de “speaker”, irme a hacerme desayuno, o poner una muda de ropa a lavar, mientras la escucho de lejos. Y ella ni se entera. Sus llamadas no son conversaciones sino más bien monólogos. Y estoy segura de que yo no soy la única que conoce personas así.
Cuando hablamos de algo que nos apasiona es normal que perdamos de perspectiva el hecho de que hay otra u otras personas escuchando. A todos, posiblemente, nos ha ocurrido en algún momento. Pero cuando es costumbre, ya entonces estamos hablando de un estilo tóxico de comunicación dentro del cual la persona no tiene consideración alguna con esa otra que está escuchando.
Hay quien me ha dicho: “Es que yo hablo y nadie me entiende”. Perdonen, pero siempre es posible que haya una o dos personas que no nos entiendan. Pero cuando “nadie” nos entiende hay una gran probabilidad de que el problema no es “nadie”, sino nosotros mismos y nuestro estilo de comunicación poco saludable. En ocasiones ni siquiera nos percatamos de esto porque podemos estar tan acostumbrados a hablar de cierta manera que no vemos cómo puede estar afectando nuestras relaciones.
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Otra modalidad de la comunicación no saludable o tóxica es cuando una persona “secuestra” la conversación. Eso ocurre cuando, por ejemplo, intentas hablar con alguien sobre algo personal, y esa persona de repente le da un giro al diálogo para dirigirlo hacia él o ella. Tú le dirías, por ejemplo: “Estoy pasando por un momento un poco difícil porque mami no está bien de salud…” Y la persona automáticamente te interrumpe con un: “Ay nena, yo pasé por eso. A mami la tuvimos que hospitalizar, y allí agarró una bacteria, y…” Y así sigue. Al otro lado uno se siente completamente invalidado. Obviamente la persona jamás entendió que estabas tratando de desahogarte y encontrar apoyo en un momento difícil. Pocas cosas son más importantes para un ser humano que el sentirse validado y escuchado. Si hay alguien cercano a ti que responde de esta manera, es completamente válido que pares a esta persona en seco y le digas: “Sabes qué, en estos momentos me gustaría que me escucharas”. Si se molesta, entonces sabes que no es alguien con quien valga la pena conversar sobre temas profundos y/o personales.
También es un comunicador tóxico aquella persona que se pasa mirando el celular o pendiente a otras cosas cuando alguien le está hablando. Es más fácil identificar a esas personas cuando la conversación es presencial, por supuesto, pero hasta por teléfono podemos saber cuándo alguien está ignorándote. Puedo entender que hay momentos en que no estamos mental o emocionalmente aptos para escuchar a otra persona. Pienso que cuando esto ocurre debemos ser lo suficientemente honestos para decir: “¿Sabes qué? Tengo veinte cosas en la mente ahora y quiero darte mi atención cuando hablemos. ¿Podemos hablar en otro momento?” En estos casos una dosis de honestidad puede salvar una amistad.
Está también el que convierte la conversación en una competencia. Si tú te sientes mal, ella se siente peor. O el que no te deja terminar y te interrumpe constantemente, muchas veces para darte consejos que no has pedido (confieso que yo lo hago a veces y tengo que tener mucho cuidado). Lo cierto es que es más fácil identificar las fallas de comunicación en otros que en nosotros mismos. Ser un comunicador saludable conlleva autoconocimiento y desarrollo de “mindfulness” o presencia mental. Si personas que te quieren bien y a quienes les importas te han dicho que les está afectando tu estilo de comunicación, creo que es hora de escucharlas y hacer cambios. Todos podemos mejorar y soltar patrones que no funcionan para construir mejores relaciones interpersonales en el 2025. Comienza desde ahora autoevaluándote y toma la decisión de transformar patrones tóxicos de comunicación. Recuerda que no podemos cambiar a otros, solo a nosotros mismos.
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