Lecciones de una caja de cheques
SÍ, todavía uso cheques. Sé que eso me hace vieja, pero ¿qué les puedo decir? El otro día me percaté que en la chequera me quedaban solo cinco o seis cheques nada más, así que decidí ordenar más. La idea era ordenar dos libretas, porque como las uso tan poco, eso me duraría por lo menos un par de años. Pero parece que en mi despiste o ajoro cometí un error y la orden que me llegó fue de mil cheques. ¡Mil!
Lo primero que me cruzó por la mente cuando abrí la caja y vi aquella hemorragia de cheques fue, “Anda, aquí tengo para el resto de mi vida”. Y lo segundo fue, “hay una gran posibilidad que tenga más cheques aquí que los años que me quedan”. Sí, me pongo un poco dramática a veces. Pero por alguna razón la caja de cheques me puso a pensar en la fragilidad y la incertidumbre de la vida. Porque si bien es cierto que espero llegar a viejita, la realidad es que uno nunca sabe. Y es posible que mil cheques duren más que yo.
En una charla que tuve esta pasada semana con adultos mayores, una de las personas presentes trajo el tema de si se podía o no uno preparar para la muerte. Mi respuesta fue que sí. No sabemos ni cómo ni cuándo va a llegar, pero sí podemos comenzar desde ahora a vivir la vida que quisiéramos haber vivido cuando nos llegue el momento.
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Cuidarnos, disfrutar, tener metas, en fin, vivir con propósito para irnos con las botas puestas. Hablé de cómo me voy este mes a hacer el Camino de Santiago porque como paciente de artritis reumatoide, aunque mi condición está controlada, no sé qué pueda ocurrir en un futuro, así que el momento es ahora.
Mencioné que por eso también viajé hace dos años a Egipto, porque son viajes físicamente retantes que quiero hacer por si acaso mi cuerpo decide resistirse. Y para mi satisfacción y sorpresa, al final de la charla, una de las participantes me agradeció diciendo que luego de escucharme ella y su esposo habían decidido viajar el año que viene a Roma. Ella se había negado a viajar porque es paciente de fibromialgia, y al escucharme decidió que quería vivir esa experiencia ahora.
Pero el conectarme con la necesidad de aprovechar la vida no fue la única lección de esa caja de cheques. El verla fue también una lección en agradecimiento porque me puso a pensar en los muchos cheques que he hecho y que he recibido a través de los años. He pasado por muchas etapas diferentes en términos financieros, desde días en que no he tenido ni para echarle gasolina al carro, y he tenido que pedir prestado, hasta momentos en que he podido hacer sueños realidad a personas que quiero y darme los viajes que me ha dado la gana. Y lo cierto es que cuando más falta me ha hecho el dinero, siempre me ha aparecido trabajo. He sabido aprovechar las oportunidades y he aprendido a adaptarme. Pero sobre todas las cosas, siempre he tratado de cultivar una consciencia de prosperidad.
Y la prosperidad no tiene nada que ver con tener o no tener dinero, sino más bien con la relación que tenemos con ese dinero. Hay personas billonarias que no son prósperas porque tienden a vivir acumulando y acumulando, y siempre con miedo a perder lo que tienen. El que vive así jamás puede disfrutar lo que tiene.
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Yo aprendí desde nena que el compartir nuestras bendiciones con otros, lo poco o mucho que tengamos, nos hace más felices, y aporta mayor sentido de propósito en la vida. Así que esa caja de cheques me recordó lo mucho que he logrado y he crecido personal y profesionalmente.
Mi deseo para ustedes es que puedan desarrollar esa conciencia de prosperidad que les permita disfrutar de lo que tienen, ayudar a otros, y crear vidas que valgan la pena. Vivan cada día como si fuese el último. Y bendiciones en el proceso…