Todos y todas tenemos bien cerquita a alguna persona difícil. De esas que a veces sin querer y a veces queriendo se convierten en “chupacabras” energéticos. Después de un encuentro con ellas, tendemos a sentirnos como si hubiésemos corrido un maratón 10K ida y vuelta. Nos chupan la energía y nos dejan emocional y físicamente drenados. Los podemos encontrar en todas partes: la familia, el vecindario, el grupo de amistades y, por supuesto, en el trabajo.
No creo que sea casualidad que en estos momentos tenga varias clientas privadas de “coaching” que llegaron a mí precisamente en busca de herramientas con las cuales lidiar con personas difíciles en el área laboral. No todo el mundo llega a una posición de supervisión con las destrezas necesarias para ser líder. Puede que tengan vasta experiencia, y un alto coeficiente intelectual o nivel educativo, pero no necesariamente tienen desarrollada la inteligencia interpersonal, esa que te permite manejar de forma ética y empática las relaciones en el área de trabajo.
¿Cuáles son las razones por las cuales algunas personas son más difíciles, agresivas verbalmente, o poco empáticas que otras? Hay muchas. Desde heridas emocionales abiertas que han cargado a lo largo de sus vidas hasta miedos e inseguridades que los llevan, en la mayoría de las ocasiones, inconscientemente, a convertirse en “bullies” o acosadores profesionales. La alternativa de querellas ante la oficina de recursos humanos o el foro adecuado dentro de la empresa siempre va a ser una posibilidad para manejar la situación a nivel laboral. Pero lamentablemente no todos los empleados se atreven a llegar hasta ese recurso por miedo a represalias, entre otras razones. Y aun cuando se trabaje el conflicto en el foro laboral, a nivel personal, el tener que continuar compartiendo de cerca con estas personas no siempre es fácil. Ahí es que entra nuestra capacidad para transformar la forma en que las vemos, y restarle el poder emocional que tienen sobre nosotros.
No hay razón que justifique el que alguien nos trate mal, nos humille, o nos menosprecie a nivel profesional o personal, pero entender que las personas “difíciles” no nacen, sino que se hacen, puede ayudarnos a nosotros a verlos a través de los ojos de la compasión. Y si alguien está provocando que seas una persona más compasiva, ese ser se ha convertido en uno de tus grandes Maestros de vida. Recuerdo preguntarle a una de esas clientas de coaching si ella podía enumerar lo que había aprendido sobre ella misma a raíz de tener que manejar una relación tan difícil con un supervisor. Pudo identificar tanto fortalezas como debilidades que han salido a relucir a raíz de este conflicto. “¿Entiendes ahora como este señor se ha convertido en tu gran maestro?” le pregunté. “Jamás lo había visto desde ese punto de vista”, me respondió.
Otra actitud que ayuda a transformar el efecto de estos “chupacabras” en nosotros, es el reconocer que son personas muy infelices. Yo no conozco una sola persona difícil que sea feliz. Pueden parecer felices, prepotentes y en control, pero en general tienden a ser personas inseguras, llenas de miedo, y que posiblemente han tenido pérdidas en sus vidas que nunca han sabido o podido manejar. Y eso es digno de compasión. En vez de permitir que, cada vez que los veas, se te active el coraje y el resentimiento, intentemos mejor un “Te bendigo y te dejo ir”. Es una forma de enviarle luz a esa persona, sin necesariamente quererla tener cerca de ti o en tu entorno. Esa frase tiene un poder enorme, aún cuando de primera intención no le encontremos sentido. Y te prometo que poco a poco, vas a ver a esta persona con otros ojos. Puede que él o ella no haya cambiado, pero habrá cambiado para ti. Bendice a esos grandes maestros, porque al hacerlo creces emocionalmente y en el proceso los ayudas a ellos a transformarse invisiblemente a través de la compasión.